Una gota de agua en movimiento… con su transparencia por un lado, su fragilidad por otro… una gota de agua que tenga la mirada que existe detrás de tus lentes… una gota de agua con mis tonteras… una gota de agua con mil seguridades y sensible a los miedos… una gota de agua que quiera abrazarte y susurrarte al oído… una gota que sea de fuego… que sea de agua… que sea de aire… que sea de tierra… una gota que seas tú… una gota que sea yo… juntos… separados… locos… cuerdos… diciendo lo no dicho… callando lo mal dicho… una gota… sólo una gota.
domingo, 28 de febrero de 2010
miércoles, 10 de febrero de 2010
La mirada sólo busca un punto
Tras largos años de incomunicación y alejamiento el Doctor P. recibe un telegrama. Tres palabras son leídas varias veces y de distintas formas… los segundos pasan largamente, el tiempo pareciera corto… tres palabras… doce letras… mirada congelada en el papel… expresión imposible:
Pe a pe á hache a eme u e ere te o
Papá ha muerto.
El Doctor P. comienza la travesía… taxi, tren, avión, autobús, otro taxi, distinto color… el camino de vuelta a casa es largo como los años de ausencia… los recuerdos del padre son nulos… el volar en los libros, las novelas, los cuentos, las poesías, los ensayos, las fábulas y demás lecturas o escrituras habían provocado el imaginar una vida que no le pertenecía y al parecer nada le pertenecía: lo material nunca le había interesado, sus libros eran propiedad de sus lectores, nunca se atrevió a formar una familia ni recuperar la supuestamente establecida, los amigos eran personajes, los paisajes eran difusos.
El taxi de distinto color para en la dirección señalada… nada ha cambiado y sin embargo los recuerdos siguen siendo frágiles. La pequeña reja de madera sigue siendo blanca y despintada; el camino de piedra continúa acompañada de una larga fila de flores multicolor; los pequeños árboles jamás sin estar correctamente podados; muros blancos; grandes ventanales con marcos oscuros; un techo con baldosas impecablemente rojas; el aroma de siempre; los sonidos de antaño; el imponente paisaje de volcanes protegiendo la vieja y clásica propiedad… nada ha cambiado y sin embargo el Doctor P. no lo concibe… los recuerdos siguen siendo frágiles.
Los pasos son firmes… la puerta de entrada a la casa que dejó de ser su casa hace tiempo está a pocos metros… su hermana, cuñado y sobrinos (¿cómo se llamaban?) creando una sobria bienvenida… desconcierto en los niños (¿quién es el señor ese?)… gestos de simpatía en el hombre (¿será tan genial el Doctor P. como en la narrativa de sus libros?)… ternura en la hermana (¿cuánto tiempo ha pasado?)… carente expresividad en el Doctor P. (carajo… ¿cómo se llamaban?).
Entrar… todo sigue igual… muebles de finas maderas, pinturas con motivos religiosos y marcos enchapados en oro dignos del interés de cualquier coleccionista, escalera monumental, el aroma de siempre, los sonidos de antaño… nada ha cambiado y el Doctor P. no lo concibe… los recuerdos siguen siendo frágiles… la mirada sólo busca un punto.
Estancia, sala de estar o como se le llame a ese sitio que busca lograr la reunión de todos los ya nombrados… mil y un preguntas… los niños interesados en el desconocido (¿de dónde viene?)… el cuñado cuestionando los asuntos literarios (¿porqué son los personajes como son?)… la hermana en el intento de confortar al tan recordado (te preparé la comida que te gustaba). El Doctor P. sin palabras se preguntaba sin preguntar (¿de dónde vengo? ¿porqué los personajes son como son? ¿cuál es la comida que me gustaba?)… la mirada sólo busca un punto.
Estancia con los aromas de siempre y sonidos de antaño… el Doctor P. no los concibe… los recuerdos siguen siendo frágiles… todos sienten el ambiente menos él… él que dentro de lo alejado piensa sin pensar que alguna de sus frases lo hará ausentarse (¿más?) de la comprensividad, alejándolo, haciéndolo inencontrable… la mirada sólo busca un punto.
Cualquier excusa para alejarse de la supuesta familia sería perfecta, postergar la charla alrededor de la muerte de Papá y todo lo que gire alrededor de ello (gastos, herencias, ¿recuerdos?) sería lo ideal, imaginar sin imaginar cómo hacerlo… el milagro se produce… el cuñado es sabio y declara que lo mejor será dejar al Doctor P. solo y tranquilo, que descanse (¿quiere descansar?), que piense (¿quiere pensar?)… la presumible familia se va… alboroto de los niños que siguen cuestionando de dónde viene ese tío jamás visto… el cuñado que amenaza con sacar el misterio de las letras del Doctor P. … la hermana con miedo de perder a su hermano una vez más… la mirada sólo busca un punto.
Por primera vez desde la reciente llegada la única memoria permite ser explorada… por primera vez desde la misma flamante arribada los pies no marchan firmes y seguros… por primera vez desde la ya llamada extraña y no deseada venida los ojos inexpresivos se nublan en líquido buscando aquél punto… acercándose a el… a ese vil e insignificante rincón del cuarto de estancia… a ese extraño y típico encaje entre pared y pared… esa esquina la cual continúa con el mismo color blanco, el propio granulado en la textura, los diminutos puntos que esconden una breve oscuridad, los aromas de siempre, los sonidos de antaño… nada ha cambiado… el Doctor P. palpa delicadamente esas paredes… concibe… los recuerdos de ese sitio son más que fuertes.
La caricia discreta a los muros entrelazados lleva a la acción inmediata… colocar un ojo sobre alguno de los minúsculos espacios que esconden aquella negrura temporal… sumergirse en dicho sitio y profundizar en la imagen maravillosa de su interior… buscar otro orificio, adentrarse en el y seguir su historia… repetir la acción varias veces… identificar que todos los relatos ahí continúan, entender que la magia sigue, iluminar la concepción del sitio de donde surgieron los cientos o ya miles de personajes de sus libros, volver al pozo de historias maravillosas y sacarlas con el cubo del cual sólo él dispone, poder tocar todo, oler más, sentir… sentir… sentir los viajes eternos alrededor del mundo conocido y de los mundos fantásticos con mares rosados, cielos púrpuras, montañas amarillas… tierras de dulce… seres que comparte con Borges, Tolkien y muy pocos más el gusto de realmente conocerlos… sitios de música que brotan de las venas… rumbos en donde los géneros no existen y la clasificación es pecaminosa… donde las letras son singulares y bailan desesperadas cuando hace frío… áreas con enormes proyectores y eternas películas reflejadas en el agua… con peces voladores, elefantes saltarines, grillos matemáticos y cocodrilos resistiendo la estampida… espacios minúsculos que esconden la inmensidad, puntos diminutos que lo protegen, plazas no públicas impregnadas a la pared que lo hospedaron la mayor parte de su infancia… infancia en esa casa con la misma reja de madera y despintada, con los pequeños árboles nunca sin podar, caminos de flores multicolor, enormes muros blancos, tejas implacablemente rojas como techo, viejos y clásicos muebles, pinturas ansiadas por cualquier coleccionista, con los aromas de siempre, los sonidos de antaño y todo eso que no ha cambiado y no se concibe… infancia en esa casa que se recuerda por los constantes castigos del Papá que le imposibilitaban salir a jugar con los niños del barrio… reprimendas que le impedían escuchar los programas de radio que todos los chicos escuchaban… condenas ridículas y aun inentendibles que lo llevaron a pasar la mayor parte de las tardes de su infancia en ese rincón, en esa conjunción de paredes blancas que después de varios días de relación lo invitaron a perderse en los misterios y magias de su interior.
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